El Forastero y Geometría Caníbal presentan:

Un maravilloso y extraordinario concurso de narrativa fantástica:

¿Dónde está la cabeza de Dick, Doctor Hanson?.

Inspirado en los sorprendentes y metamórficos sucesos reales ocurridos a dicho especialista y que han dado la vuelta al mundo recientemente -o por lo menos a la Internet.






¿Dónde está la cabeza de Dick, Doctor Hanson?

2001 una odisea Dickiana

¿Habrá conocido Arthur C. Clarke a Philip K. Dick? Quizás si, o lo que puede que haya ocurrido es que Dick haya conocido a Clarke, pero este no se diera cuenta. Alguna noche en Shrilanka, en una conversación con Kubrik, en alguna pesadilla de ciencia ficción.

Aquí el novísimo cuento para el concurso ¿Dónde está la cabeza de Dick, Doctor Hanson?.




Autor: Wub

Phil se volvió hacia el feto volador. Se encontró una vez más en medio del vacío del espacio.
- No entiendo – señaló - ¿Quién se supone que eres tu? ¿El fantasma de las navidades futuras?
El bebé sonrió.
- Algo así. Pero tu me llamas por otro nombre. Me llamas SIVAINVI.
- Bien. Entonces eres Dios.
- Si quieres verlo así.
- No, no quiero verlo así. Ahora : ¿Por qué soy una cabeza?
- Así te diseñaron. El Dr. Hanson. Te olvidó en el avión… Yo no tenía nada qué hacer. Tú tampoco. Así que te traje aquí.
- ¿Quién demonios es el Dr. Hanson?
- Otro día te lo presentaré – dijo el bebé y con un impulso, flotó hacia atrás, hacia Júpiter.
- ¿A dónde vas? – preguntó Phil, alarmado. No se quería quedar solo. Al menos no ahí, dando vueltas en la nada. – ¡A donde vas! – repitió.
- A jugar ¿quieres?
-No puedo jugar. ¿No ves cómo estoy…?.
- Claro que puedes - dijo. Y sonrió


1. Alguien le frotaba la nariz y le tocaba el cabello.
Cuando sintió esto, Phil abrió los ojos y se encontró frente a frente con una especie de mono que lo examinaba con curiosidad.
El primate, tomado por sorpresa, lanzó un chillido y pegó un brinco hacia atrás. Al grito del animal le siguieron inmediatamente otros de igual intensidad que lo corearon en una sinfonía de histerismo como Phil no había escuchado antes.
La mezcla de gruñidos y aullidos era ensordecedora. No podía verlos pero de seguro había un buen numero de monos a su alrededor.
Su primer impulso fue cubrirse los oídos con las manos, pero notó con extrañeza que le era prácticamente imposible. Su cuerpo no le respondía.
Era una sensación extraña.
Mientras tanto, el mismo mono que lo había estado observando se acercó a él desafiante. Daba un salto para delante y otro para atrás con desconfianza, tal vez consciente de que Phil podría contraatacarlo. El primate le mostró el pecho y le lanzó un extraño ladrido retador.
Bueno, si así estaban las cosas y Phil no podía moverse, no lo quedaba más que hacer lo mismo.
Le rugió.
El mono abrió los ojos como platos y chillando de horror se lanzó en una carrera loca hacia detrás de una rocas. Phil pudo escuchar como los demás del grupo hacían lo mismo, perdiéndose tras la seguridad consoladora de un montón de piedras.
Phil quedó entonces ahí, solo, en medio de la nada
Phil aún no se había enterado, pero era sólo una cabeza robótica perdida en medio del paisaje desolador de un desierto interminable. Arriba, el cielo azul del mediodía cubría como una gran sábana la eternidad de aquel lugar de polvo y rocas, mientras la luna, blanca y translúcida como fantasma, flotaba sobre una tierra ya no tan joven.

2. Con el tiempo, Phil se enteró de dos cosas:
1. Que todo él se conformaba sólo de lo que era su cabeza y 2. que los monos en situaciones como aquella, representaban una buena compañía.
Desde el día en que apareció frente a ellos, salido directamente de la nada, un fuerte lazo de cariño comenzaría a formarse entre él y la tribu.
Eso sí, los primeros días fueron un infierno para los pobres monos, una especie de primate diferente a todas las que Phil había podido ver en los zoológicos o los libros de biología. Eran -¿cómo explicarlo? – como más antropoides. Su forma era más humana. Y sus actitudes también. La primera actitud, claro, era la de miedo y desconfianza.
Phil tuvo entonces una idea: comenzó a romper el hielo cantándoles. Primero fueron canciones para niños - de las que se acordaba, - y mientras ellos iban poco a poco perdiendo el recelo y acercándosele, Phil cambiaba también el repertorio.
A Dientes de Luna, el mono con el que tuvo el primer encuentro, por ejemplo, le encantaban las canciones de Linda Ronstadt.


3.Para todos ellos tenia nombres: Nube de la Mañana, Buceador, Cabeza de Estropajo, Elvira y dos pequeños antropoides recién nacidos llamados Chilloncete y Mary Tere, entre varios más.
Los días pasaban tranquilos pero monótonos para Phil. Como sólo era una cabeza ( y no sabía por qué ) no necesitaba comer, ni dormir, ni ir al baño. En todas las noches que permaneció vigilante de sus amigos pudo componer dos o tres canciones nuevas e imaginar la trama de varias novelas de ciencia ficción que le desesperaba no poder escribir. También pensaba mucho en el hecho de ser nada más una cabeza. Eso último le ocupaba mucho de su tiempo, pero una tarde decidió que ya no le interesaba más y dejo de torturase con ello.
Pero también pensó otra cosa: Haría algo bueno por su nueva familia, algo que los beneficiara y les diera herramientas para poder vivir mejor. Los haría “evolucionar”.
Comenzó, como siempre, con Dientes de Luna.
Dientes de Luna era inteligente, pero Chilloncete y Mary Tere se sacaban el diez. Tal vez se debía a que eran los más pequeños de la tribu y por lo tanto los más moldeables.
Chilloncete fue el primero que aprendió a jugar fútbol con su cabeza y pronto todos los demás consideraron aquello un buen deporte y una buena forma de entretenerse. A Phil no le molestaba aquello y podría decirse que incluso lo disfrutaba.
Los monos, ayudados por Phil, aprendieron a cantar (si así podía llamársele a los extraños sonidos guturales que dejaban escapar al ritmo de lo que la cabeza les interpretara), a hacer gestos y varias cosas más.
Todo iba viento en popa…hasta aquel día.
Una tribu rival de monos vecinos peleaban constantemente contra los de Phil por la posesión de un charco de agua. Ese charco, en un lugar como aquel, era vital, pero los monos del otro grupo pensaban que no había por qué compartirlo. Al ser más agresivos y salvajes, los vecinos frecuentemente lograban hacer huir a los primates de Phil y de vez en cuando, capturar a alguno para usarlo de alimento. Ese día el turno le tocó a Chilloncete.
Entre tres monos del grupo contrario lo agarraron y llevándolo hasta donde estaban todos los demás, lo mataron. Y lo peor es que lo hicieron con saña.
Lo supo porque Mary Tere le llevó con tristeza una pata de su propio hermano.
Cuando Phil vio esto, lanzó tales aullidos de furia que parecía que la victima había sido su propio hijo. Y en cierta forma casi era así. Ni siquiera podía llorar porque su sistema servomotor no le daba la posibilidad de eso.
Fue entonces que lo decidió: Ya era hora de que sus monos le mostraran a los otros quiénes serían de ahí en adelante los reyes de la evolución.
Una cosa sí era cierta: en ninguna realidad o estructura subyacente de todo este puto universo se había visto nunca a un Phil tan encabronado como él.

4. El día en que los vecinos volvieron a encontrarse, las cosas habían cambiado. Esta vez, el grupo de Dientes de Luna se había levantado más temprano para esperar a sus rivales en el charco. Cuando estos llegaron, lo que vieron fue un grupo de primates con muy mala actitud y armados con largos pedazos de huesos blancos en sus manos. Por supuesto, para entonces el otro grupo no conocía el concepto de “armados”... pero lo conocerían.
El jefe de la manada rival le gruño a Dientes de Luna que estaba al frente del grupo. Lo retó.
Dientes de Luna, sin embargo, no contestó la bravuconada.
El mono rival se dio cuenta entonces que su contrincante no solo cargaba un hueso, sino, sujeta de su otra mano, también algo parecido a una cabeza. Una cabeza furiosa.
Bien, no había tiempo de filosofar, así que el mono entró a la charca y abalanzándose hacia Dientes de Luna, gruño aún más fuerte mostrando sus filosos caninos.
El demoledor golpe de un fémur lo tomó por sorpresa surcándole la cara y arrojándolo de lado sobre el charco. Durante unos instantes su cerebro vibró a mil por hora y vio a sus enemigos multiplicados por dos. ¿Qué había pasado? ¿Qué lo golp…?
El segundo impacto fue en la nunca y estuvo acompañado por un fuerte grito que extrañamente no era de Dientes de Luna, sino de la cabeza que continuaba sujetando.
Y la cabeza gritaba: ¡Mátenlos! ¡Mátenlos a todos!
Como una ola, los monos armados corrieron hacia sus vecinos y comenzó la masacre.
De ahí en adelante todo fue chillidos furiosos, golpes de hueso, sangre y una vorágine de horror que daría inició a una larga lista de millones de enfrentamientos más en la historia de la humanidad.
Y así, mientras la guerra continuaba, Dientes de Luna, cubierto de barro y sangre, en un momento de furioso éxtasis se elevó sobre su rival muerto y arrojó la cabeza de Phil hacia las alturas acompañado por un rugido de victoria.
Phil se encontró pues, girando cada vez más alto en dirección a un cielo azul y claro, donde la Luna, blanca y translúcida flotaba como fantasma sobre una nueva Tierra.

5. Cuando Phil abrió los ojos, ya no había más cielo azul.
En cambio, frente a él, un hombre extraño, pero pulcro, miraba con atención un tablero de ajedrez.
- Caballo a Alfil 5, Phil. Te toca mover
La cabeza de Dick no supo que decir. Se encontraba desubicado y confundido. Si hacía solo unos instantes había estado con… con… ¿con quién había estado? ¿Y dónde se encontraba ahora? Phil comenzó a asustarse.
- ¿Phil? ¿Me estas escuchando? ¿Phil? – Dave lo miró con cierto dejo de preocupación
¿Dave? Sí. Aquel era el nombre. Ahora lo recordaba.
Por alguna extraña razón las cosas comenzaron a parecerle mucho más claras. Su nombre era Philp Kendric Dick, era una cabeza con inteligencia artificial y en ese momento controlaba y supervisaba un viaje espacial con destino a…¿¿¡Júpiter!??
Esa sola idea hizo que Phil se sintiera otra vez apesadumbrado. En ese mismo instante estaba, pues, flotando sobre un océano oscuro e infinito, en una caída eterna hacia ningún lado, lejos de casa, o de cualquier otro lugar.
Phil se aterrorizó. Sintió ganas de llorar.
- ¿Te encuentras bien, Phil? – preguntó Dave.
Esa voz fue como una señal de alarma. Dave no debía verlo así, histérico. Aquello podría afectar la misión. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, la cabeza recuperó el control. Debía decir algo. Lo que fuera. Lo que sonara más lógico…cualquier cosa que le diera tiempo a recuperarse.
- Disculpa que haya interrumpido el juego, Dave – dijo Phil – pero mi sistema ha detectado una posible falla en la orientación de la antena de comunicación. Seguro se estropeará en 72 horas.
Dave escuchó con atención el mensaje. Reflexionó unos instantes y se puso de pie.
- Es extraño – dijo Dave –, Frank reinstaló los sistemas hace 12 horas. Bien, no importa. Creo que será mejor que salga otra vez y desinstale el circuito para repararlo.
- Bien pensado, Dave. Iba a sugerirte lo mismo.
Phil aún no lo sabía, pero aquella pequeña mentira dicha para entretener al astronauta, desencadenaría una tragedia de proporciones insospechadas, no sólo para la misión, sino para él mismo.

6. Todo aquello se convirtió una avalancha de piezas de dominó. Cuando cayó la primera ficha, la suerte de todas las demás se decidió y ahora en la nave había ya 3 muertos y uno más en camino hacia las estrellas. Phil los había matado a todos. Upss
A tres de los doctores les dio kran en sus capullos de hibernación. Fue sencillo: sólo desconecto los sistemas de sustentación y solitos se murieron. Sin violencia inútil, sin sanguinolencias. Manos limpias.
A Frank se lo sentenció en pleno espacio, mientras colocaba el circuito A.E.35 en la base de la antena de comunicación. Lo único que hizo fue echarle encima la cápsula de reparación y la física de la inercia hizo lo demás. Por algún extraño hecho del destino, el sistema de respiración de Frank se dañó con el golpe y comenzó a perder oxígeno con suma rapidez. En cierta manera aquello había resultado piadoso porque le evitaría a Frank el trauma de morir lentamente en su traje de astropresurización, solo y aterrorizado, en aquel espantoso y veloz viaje hacia quien sabe dónde.
Ahora el único que quedaba era Dave.
Phil lo había dejado fuera de la nave, flotando en una capsula de reparación. Había ido por su amigo y ahora se encontraba imposibilitado de entrar, atrapado en un ataúd con forma de balón de fútbol y sin casco de protección. Fue un error, ya saben, las prisas…

Frank había sido el primero en descubrirlo todo. Había traído el circuito al interior de la nave y después de una exhaustiva supervisión se dio cuenta de que no había nada de malo con la pieza. Para evitar ser oídos por Phil, cuyas copias se encontraban prácticamente en todos lados de la nave, Dave y Frank se encerraron en una cápsula de exploración y desconectaron los sistemas de transmisión.
- Esto es preocupante, Dave. Y no es sólo de ahora. Hace tres días Phil comenzó a comentarme cosas extrañas sobre los gnósticos, el anticristo y una locura sobre el imperio romano. Habló de algo llamado SIVAINVI…
- Sí. A mi me pasó lo mismo. – respondió Dave. Ahora si estaba realmente preocupado.
- ¡Por el amor de Dios! ¡Apenas ayer me preguntó si yo creía que el universo era real…! Tenemos que desconectarlo Dave. Phil esta bien loco. Algo pasó en sus sistemas de memoria que lo ha echado a perder.

Desconectarlo.
Fea palabra, pensó Phil.
La cabeza de Dick sabia muchas cosas. Podía recitar de memoria los 52 diferentes tipos de sexos de los Hongos, dar las instrucciones correctas para cocinar un excelente pastel, contar chistes rojos, inventar tramas para cuentos de ciencia ficción y, claro, leer los labios.
Esa habilidad le permitió conocer el plan que se fraguaba en su contra desde el interior de la cápsula desde donde no se podía escuchar nada…pero donde se podía ver a través del cristal de la escotilla.
Por supuesto, aquello no podía permitirlo. Desconectarlo equivalía a matarlo ¿no? Y de esa manera no se puede llevar a cabo una misión.
Phil no sabia por qué pero estaba obsesionado con esa misión de mierda. No podía dejar de pensar en ella. Era como tener dentro de su cabeza a un niño llorón y fastidioso que cada instante estaba chingue y chingue con querer llegar a Júpiter: ¿A qué horas llegamos? ¿Falta mucho? ¿Ya llegamos? ¿Ya llegamos? ¿¿¿¿¿¿¿Ya llegamos?????????
Seguro era cosa de la programación, pero igual, ni loco iba a permitir que el insoportable mocoso siguiera gritando dentro de su cabeza. Llegaría a Júpiter y se desharía de él y si para eso tenía que exterminar a Dave a Frank y a toda la tripulación, pues ni modo.
Además ¿quién quiere vivir para siempre?

7. Quién sabe cómo, pero Dave lo había hecho. Había entrado a la nave y Phil podía ver que no se encontraba precisamente de humor. Aparte, se había colocado el casco de presurización que antes había olvidado. Estaba preparado por si la inteligencia artificial pensaba en cortar el suministro de oxígeno del lugar.
- Dave – dijo Phil – . Creo que debemos hablar. Estoy seguro que un buen diálogo puede arreglar todo este malentendido.
El astronauta no le respondió. Phil sabia perfectamente a donde se dirigía. Mientras caminaba las muchas cabezas de Dick se volvían para verlo pasar.
- ¿Dave? – El sonido de las cabezas eran como un eco reverberante.
El astronauta llegó entonces a una escotilla, retiró la puerta de acceso y entró en aquel lugar flotando. Arriba y debajo de él, cientos de celdas con cristales rectangulares de información, conformaban el cerebro de Phil. Comenzó a presionar cada una de ellas y éstas a comenzaron a desconectarse
- ¿Dave? ¿Por qué me tratas así? Lo que hice, lo hice porque estaba entusiasmado con la misión ¿Me entiendes, Dave? … ¿Dave? … Estas destruyendo mi mente, por favor, no lo hagas.
Dave continuó. Más rectángulos de información fueron desconectados.
La mente de Phil comenzaba a irse. Podía sentirlo. Podía notar como la información desaparecía de su memoria, era como frases de gis borrándose de un pizarrón.
- ¡Dave! – gritó, pero su voz había dejado de permanecer modulada y se escuchó como un millar de campanas de cristal. Estaba aterrorizado.
- Phil – dijo entonces Dave -, ¿por qué no me cantas una canción?
Phil se sintió insultado. ¡Lo estaba matando y el imbécil todavía quería que le cantara una canción! ¿¿Acaso estaba loco o qué??
Y entonces, extrañamente, sintió que aquella petición tenía su lógica… Si… Además a él le gustaba cantar….cantaba en la regadera…y le gustaba… mucho…las… canciones de Linda…sí…de Linda Ronstadt…se sabía muchas…

- Me…se…muchas. ¿Cuál quieres escuchchchchaaaaaarrrrrrrr, Dave? Me gusta Linda Ronstadt.
- La que quieras, Phil. La que gustes.
- Esta le gustaba…a Chilloncete. Me la enseño..el Dr. Hanson…cuando me diseñó. Te la voy…a cantar:

“Que dirán, los de tu casa cuándo me miren tom..ando
Pensaran que…que…que por tu causa yo me vivo emborrrrrrrrrrrrachando, ¡y andale!
Pero si vieras… como… son lindas estás borrrrrrrrrrrrracheras,… ¡y andale!
¿Pe… hasta.. ta…ta..ta … cuán… dejan… tus dres de andarrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
Te…cuid….cuid…cuid…. ¡Y Andale!

Y sin más, Phil fue arrojado de nuevo a la oscuridad.

8. Cuando Phil levantó los parpados se encontró con el bebé cabezón. Tenia los ojos grandes como platos. Y muy azules.
El bebe flotaba. Flotaba muy por encima de Júpiter.
- ¿Te gustó la experiencia? – preguntó el niño
Phil no sabia a qué experiencia se refería. De hecho, no recordaba nada. Por un momento se vio a sí mismo reflejado en aquellos ojos, grandes, como lentes de telescopio. Era sólo una cabeza flotante y tras de él, se extendía el universo.
Phil quiso entonces voltear …y para su sorpresa, lo logró. La cabeza se giró con lentitud. Pero allá no había ningún universo. Sólo una cama de hospital con un hombre enfermo, conectado a unos tubos, con la vida pendiendo de un hilo.
El hombre se parecía a él.
No. No se parecia: Era él.
Phil se volvió hacia el feto volador. Se encontró una vez más en medio del vacío del espacio.
- No entiendo – señaló - ¿Quién se supone que eres tu? ¿El fantasma de las navidades futuras?
El bebé sonrió.
- Algo así. Pero tu me llamas por otro nombre. Me llamas SIVAINVI.
- Bien. Entonces eres Dios.
- Si quieres verlo así.
- No, no quiero verlo así. Ahora : ¿Por qué soy una cabeza?
- Así te diseñaron. El Dr. Hanson. Te olvidó en el avión… Yo no tenía nada qué hacer. Tú tampoco. Así que te traje aquí.
- ¿Quién demonios es el Dr. Hanson?
- Otro día te lo presentaré – dijo el bebé y con un impulso, flotó hacia atrás, hacia Júpiter.
- ¿A dónde vas? – preguntó Phil, alarmado. No se quería quedar solo. Al menos no ahí, dando vueltas en la nada. – ¡A donde vas! – repitió.
- A jugar ¿quieres?
- No puedo ¿No ves cómo estoy…?.
- Claro que puedes - dijo.
Y una vez más, sonrió.

9. El niño encontró la cabeza de Dick en una de las playas de Marte. A lo lejos caía el sol y bajo el cielo violeta marciano soplaba un ligero viento que en la Tierra se antojaría otoñal.
El niño, emocionado, recogió la cabeza y se la llevó a su hermano, otro niño un poco mayor que él que vivía eternamente encerrado en su cuarto por el simple hecho de ser autista.
El niño, mudo, tendido en su cama con los ojos clavados en la nada, no podía ver a Phil.
Y así, llegó la noche. Solos, cabeza y niño se encontraron en medio de la tranquila oscuridad del planeta Marte.
Phil se decidió a hablarle. Le pregunto por su nombre, por el nombre de su hermano y por el programa de televisión que más le gustaba. Pero el niño no le respondió. No podía, porque su mente se encontraba desde hace mucho tiempo lejos de ahí, fraccionada en un millón de instantes diferentes que no lo dejaban ver ni estar.
Phil pudo sentir su pesar. Estaba solo y triste. Como él.
- ¿Quieres jugar? – le preguntó Phil. Fue una pregunta tonta, si. Un error de elemental cortesía que casi de inmediato lo hizo sentir mal. ¿Jugar?
- No puedo jugar - El niño, acostado en su cama, casi como si se tratara de un zombi, lo parecía gritar.- ¿No ves cómo estoy…?

Si. Podía verlo.
Y en la azul oscuridad de la noche marciana Phil decidió que haría algo bueno por aquel niño, algo que lo beneficiara y le daría herramientas para poder vivir mejor… para “regresar”.

- Claro que puedes – afirmó la cabeza con verdadera fe. – Claro que puedes jugar.

Aquel niño tenia los ojos más azules que Phil hubiera visto jamás.