El Forastero y Geometría Caníbal presentan:

Un maravilloso y extraordinario concurso de narrativa fantástica:

¿Dónde está la cabeza de Dick, Doctor Hanson?.

Inspirado en los sorprendentes y metamórficos sucesos reales ocurridos a dicho especialista y que han dado la vuelta al mundo recientemente -o por lo menos a la Internet.






¿Dónde está la cabeza de Dick, Doctor Hanson?

Las Fake fotos

Dónde está la cabeza de Dick, Doctor Hanson

¿Para que puede servir una cabeza robótica que hable?. Hay muchas cuestiones prácticas en las que podrías sacarle provecho. ¿pero qué harías tu si encontraras una cabeza que habla en el compartimiento superior de un avión?. Este cuento nos llega desde Cuba. Que lo disfruten

Autor: Piky

Cuando el doctor Hanson descendió del avión, tuvo la certidumbre de haber olvidado algo importante, pero no sabía con certeza si se trataba de alguna visita de agenda o tal vez una llamada telefónica familiar desde su reloj celular.

Incluso cuando bajó por la escalera virtual de la terminal aérea se sintió molesto por su desconcierto hasta que vio ascendiendo por el otro extremo de la escalera a un hombre enorme con una cabeza cuadrada, pelo gris, cejas boscosas y ojos cenicientos.

Entonces recordó la cabeza robótica de Dick olvidada en algún compartimiento superior de la nave aérea.

Pese al reclamo inmediato ante las autoridades aduanales, el objeto fue reportado como paquete extraviado y el doctor Hanson tuvo que conformarse con la espera de una información más oportuna sobre la extraña búsqueda.

Mientras tanto, la verdadera cabeza del robot viajaba en el bolso de un pasajero que la encontró en uno de los compartimientos superiores del avión cuando por equivocación tropezó con el insólito objeto.

Alberto Hernández, un inmigrante cubano, había estudiado en su país el arte de la magia, pero desde su arribo hacía un lustro a Estados Unidos le había sido imposible ejercer el oficio. Realmente la competencia era muy dura y nadie ya prosperaba con espectáculos de manos ni pases de sombrero.

Se necesitaba un número impactante, fabuloso, delirante, capaz de hacer estremecer a los espectadores, pero él no poseía ni siquiera un número de patitos feos para entretener a los niños en sus cumpleaños.

Soñaba con un espectáculo donde aparecía una cabeza humana sobre un cuerpo de serpiente y la cabeza hablaba, movía los ojos, las cejas, se reía. El cuerpo largo y anillado se movía constantemente, mientras los espectadores asombrados conversaban con el hombre serpiente.

El truco no era de su invención. Se lo había visto hacer en una de las carpas de las fiestas carnavalescas de Santiago de Cuba a un señor de apellido Lupiáñez, quien lo presentaba como la mutación de un monstruo antediluviano.

El encuentro por equivocación con la cabeza robótica en el compartimiento del avión le trajo a la memoria el viejo truco de Lupiáñez. Sin pensarlo dos veces sustrajo el objeto y con celeridad salió de la terminal aérea.

Los días pasaban y el doctor Hanson se preguntaba si los directivos de la aeronáutica habrían encontrado la cabeza de Dick. Varias llamadas telefónicas le confirmaron que el objeto había pasado de extraviado a la categoría de desaparecido. Entonces cerró los ojos y olvidó el incidente.

Un año después de la misteriosa desaparición de la cabeza robótica de Dick, el doctor Hanson visitó la Feria de las Maravillas de Alabama. Era un espectáculo impresionante, lleno de luces, con ofertas de todo tipo.

El público visitaba con avidez los sitios más raros, como la Cueva de las Brujas, el Túnel del Misterio, el Caballo al Revés, el Guanajo Insólito, El Club del Decapitado, la Fuente Milagrosa.

El doctor Hanson había disfrutado hasta el cansancio de aquellas maravillas de la imaginación y el ingenio humanos. Ya se disponía abandonar la feria cuando se percató de una carpa azul que no había advertido.

Se acercó y observó una larga fila de gente esperando entrar para ver un espectáculo que se vendía como el último engendro humano. Un cartel rezaba:

Visite a la Serpiente con cabeza humana.

El doctor Hanson titubeó. No sabía si entrar o seguir de largo. Miró su reloj de pulsera y se decidió por fin adquirir la entrada para ver aquel fenómeno.

Poco después se escuchó dentro de la carpa un fuerte grito de sorpresa.